Caía la tarde de un viernes otoñal. En la esquina de una calle poco iluminada dio vuelta el auto rojo de Martina. Conocía bien la zona pero se vio obligada a seguir la SUV plateada de Deborah, quien se había negado darle el nombre del restaurante sólo por hacerse la misteriosa. Con un suspiro recordó Martina la tontería de haber aceptado la invitación de Deborah. Apenas la conocía y, además, le molestaba que siempre quería ser el centro de atención durante las reuniones de trabajo. Martina decidió olvidar el tema y cambiar la música con un ligero movimiento en los controles que tenía dispuestos al volante.
“En fin, trataré de pasar un rato agradable. Pediré una cerveza y me disculparé pasadas un par de horas con el pretexto de un compromiso mañana temprano”, pensó Martina para tranquilizarse.
A medida que los dos autos avanzaban por las calles cada vez más transitadas, el olor que despedían los restaurantes cercanos hizo que Martina bajara la ventanilla de su vehículo. Desde niña le gustaba asomar la cabeza y disfrutar con la nariz el aire testigo de encuentros culinarios.
La SUV se detuvo y Deborah, asomándose por la ventana, le hizo señas a Martina para que entregara su auto al Valet Parking. Martina guardó en su bolso negro la contraseña del auto y se unió al grupo femenino con el que ya estaba Deborah, acaparando la atención como si fuera quinceañera.
–Hola, soy Martina... ¿cómo están todas?- se presentó con una sonrisa amigable.
–Ella trabaja conmigo -dijo Deborah, para luego mencionar los nombres de sus viejas amigas de la universidad. Por alguna razón Martina sólo pudo recordar el de Floreana.
–Entremos, entonces... ¿ya tenemos la mesa lista?- preguntó Deborah al gerente del lugar.
Pasaron las seis chicas formando una fila y tomaron asiento en una mesa redonda dispuesta a un lado de la escalera de caracol. Martina miró discreta y detenidamente a las cinco mujeres que compartían la mesa: todas mayores que ella, pero no le importó, estaba acostumbrada y nunca fue un impedimento para hacer amigos.
Recordó con melancolía a su vieja amiga Alexa. Hacía mucho tiempo desde la última vez que tuvieron contacto, la distancia y diferencia de edades separó sus caminos pero Martina no insistió en recuperar aquel cariño adolescente y, en cambio, optó por siempre recordar con afecto los viajes y ciudades que juntas conocieron.
-¿Qué le ofrezco de tomar, señorita?- se acercó el mesero a Martina.
-Una cerveza oscura, Negra Modelo... la más fría que tenga, por favor- contestó arqueando la ceja.
El ruido del lugar aumentó, la música de Mariachi ambientaba a la concurrencia. Martina aún no se sentía del todo adaptada a pesar de que el resto de las chicas le dirigían gestos amables y la conversación giraba en torno a temas que bien conocía. Miró a Floreana e intercambiaron una sonrisa de extraña complicidad:
-A ti ya te había visto antes... en la oficina, seguramente- le dijo Martina con una sonrisa.
-Tal vez... antes iba seguido por un asunto de negocios- contestó Floreana con mirada chispeante.
-¡Ya recordé! Yo estaba un día en la oficina de Carlos y tú llegaste a saludarlo; traías un collar decorado con banderitas, muy cute -Martina rió por la casualidad del encuentro y dio un sorbo a su cerveza fría que le tranquilizó algo más que la sed-. Pero no sabía tu nombre... ¡¿Quién iba a decir que nos conoceríamos aquí, Floreana?!
Acto seguido ambas levantaron sus vasos y brindaron por la casualidad.
La conversación continuó por largo rato. Martina percibió que la mirada de Floreana revisaba constantemente la entrada y salida de gente al restaurante, entonces no dudó en preguntarle directamente:
-¿Sucede algo?- Martina no quería importunar demasiado pero la notaba extraña, un poco nerviosa a pesar de no conocerla. Pensó que tal vez esperaba a alguien más.
-Más o menos. En la mesa cerca de la entrada- señaló con la mirada Floreana -está un grupo de hombres que me conocen porque soy la ‘ex’ de un amigo de ellos.
Bajó la mirada un tanto apenada.
-Entiendo... ¿hace mucho que terminaron? Pareces nerviosa.
-Poco más de un año... Nos divorciamos- aclaró Floreana.
-Supongo que ellos ya te vieron y saben que estás aquí- Martina se volvió hacia la mesa retorciendo los ojos.
-Yo creo que no porque ninguno de ellos se ha acercado a saludarme ni han mirado en esta dirección... parecen muy entretenidos con otra cosa, al menos eso parece- comentó Floreana en tono de confesión.
-Pues sí... quizá están hablando sobre fútbol porque todos están en pose de macho dominante y manotean al mismo tiempo. Normalmente los hombres no hablan así a menos que se sientan expertos- explicó Martina esperando calmar las dudas de Floreana.
-Pues... yo creo que sí se dieron cuenta de mi presencia pero se hicieron los occisos. A estas alturas quizá ya le llamaron a mi ‘ex’ para contarle que me vieron. Ojalá no le digan que me notaron nerviosa- Floreana hizo un gesto de súplica con las manos.
No hubo comentarios por parte de Martina pero bastó una mirada sincera para que el silencio no fuera incómodo entre ellas.
Llegaron a la mesa otras amistades de Deborah, que no tardaron en integrarse a la conversación entre las nuevas conocidas. Martina liberó su verdadera personalidad y olvidó que –de inicio- no quería ir a la reunión. Estaba pasando un rato agradable, como nunca imaginó. Ordenó otra cerveza para acompañar la botana que recién colocaban los meseros al centro.
-¿De qué son las tostadas?- preguntó Martina.
-Éstas son de camarón- señaló Deborah el plato con su dedo índice-. Éstas otras de pulpo.
Floreana notó el gesto desconcertado de Martina e indagó:
-¿No te gustan las tostadas? Quizá puedas ordenar al mesero algo que te guste más.
Martina la miró mordiéndose los labios y le dijo:
-Ése no es el problema... el problema es que yo no como pescado ni mariscos porque no me gustan. Es que soy alérgica- contestó apenada.
-¿No te dijo Deborah al lugar que venían?- interrogó Floreana frunciendo el ceño.
-Eso es lo de menos... al rato en casa me preparo algo de cenar y listo. Además, no tengo mucha hambre- Martina se encogió de hombros en señal de indiferencia.
-Bueno... te comparto la mitad, no tiene ni pescado ni marisco- le entregó Floreana una tostada a Martina.
-¡Gracias!- miró Martina a Floreana fijamente y ambas sonrieron.
Jamás imaginaron que entre sus manos el destino depositaba el platillo que cambiaría sus vidas.
“En fin, trataré de pasar un rato agradable. Pediré una cerveza y me disculparé pasadas un par de horas con el pretexto de un compromiso mañana temprano”, pensó Martina para tranquilizarse.
A medida que los dos autos avanzaban por las calles cada vez más transitadas, el olor que despedían los restaurantes cercanos hizo que Martina bajara la ventanilla de su vehículo. Desde niña le gustaba asomar la cabeza y disfrutar con la nariz el aire testigo de encuentros culinarios.
La SUV se detuvo y Deborah, asomándose por la ventana, le hizo señas a Martina para que entregara su auto al Valet Parking. Martina guardó en su bolso negro la contraseña del auto y se unió al grupo femenino con el que ya estaba Deborah, acaparando la atención como si fuera quinceañera.
–Hola, soy Martina... ¿cómo están todas?- se presentó con una sonrisa amigable.
–Ella trabaja conmigo -dijo Deborah, para luego mencionar los nombres de sus viejas amigas de la universidad. Por alguna razón Martina sólo pudo recordar el de Floreana.
–Entremos, entonces... ¿ya tenemos la mesa lista?- preguntó Deborah al gerente del lugar.
Pasaron las seis chicas formando una fila y tomaron asiento en una mesa redonda dispuesta a un lado de la escalera de caracol. Martina miró discreta y detenidamente a las cinco mujeres que compartían la mesa: todas mayores que ella, pero no le importó, estaba acostumbrada y nunca fue un impedimento para hacer amigos.
Recordó con melancolía a su vieja amiga Alexa. Hacía mucho tiempo desde la última vez que tuvieron contacto, la distancia y diferencia de edades separó sus caminos pero Martina no insistió en recuperar aquel cariño adolescente y, en cambio, optó por siempre recordar con afecto los viajes y ciudades que juntas conocieron.
-¿Qué le ofrezco de tomar, señorita?- se acercó el mesero a Martina.
-Una cerveza oscura, Negra Modelo... la más fría que tenga, por favor- contestó arqueando la ceja.
El ruido del lugar aumentó, la música de Mariachi ambientaba a la concurrencia. Martina aún no se sentía del todo adaptada a pesar de que el resto de las chicas le dirigían gestos amables y la conversación giraba en torno a temas que bien conocía. Miró a Floreana e intercambiaron una sonrisa de extraña complicidad:
-A ti ya te había visto antes... en la oficina, seguramente- le dijo Martina con una sonrisa.
-Tal vez... antes iba seguido por un asunto de negocios- contestó Floreana con mirada chispeante.
-¡Ya recordé! Yo estaba un día en la oficina de Carlos y tú llegaste a saludarlo; traías un collar decorado con banderitas, muy cute -Martina rió por la casualidad del encuentro y dio un sorbo a su cerveza fría que le tranquilizó algo más que la sed-. Pero no sabía tu nombre... ¡¿Quién iba a decir que nos conoceríamos aquí, Floreana?!
Acto seguido ambas levantaron sus vasos y brindaron por la casualidad.
La conversación continuó por largo rato. Martina percibió que la mirada de Floreana revisaba constantemente la entrada y salida de gente al restaurante, entonces no dudó en preguntarle directamente:
-¿Sucede algo?- Martina no quería importunar demasiado pero la notaba extraña, un poco nerviosa a pesar de no conocerla. Pensó que tal vez esperaba a alguien más.
-Más o menos. En la mesa cerca de la entrada- señaló con la mirada Floreana -está un grupo de hombres que me conocen porque soy la ‘ex’ de un amigo de ellos.
Bajó la mirada un tanto apenada.
-Entiendo... ¿hace mucho que terminaron? Pareces nerviosa.
-Poco más de un año... Nos divorciamos- aclaró Floreana.
-Supongo que ellos ya te vieron y saben que estás aquí- Martina se volvió hacia la mesa retorciendo los ojos.
-Yo creo que no porque ninguno de ellos se ha acercado a saludarme ni han mirado en esta dirección... parecen muy entretenidos con otra cosa, al menos eso parece- comentó Floreana en tono de confesión.
-Pues sí... quizá están hablando sobre fútbol porque todos están en pose de macho dominante y manotean al mismo tiempo. Normalmente los hombres no hablan así a menos que se sientan expertos- explicó Martina esperando calmar las dudas de Floreana.
-Pues... yo creo que sí se dieron cuenta de mi presencia pero se hicieron los occisos. A estas alturas quizá ya le llamaron a mi ‘ex’ para contarle que me vieron. Ojalá no le digan que me notaron nerviosa- Floreana hizo un gesto de súplica con las manos.
No hubo comentarios por parte de Martina pero bastó una mirada sincera para que el silencio no fuera incómodo entre ellas.
Llegaron a la mesa otras amistades de Deborah, que no tardaron en integrarse a la conversación entre las nuevas conocidas. Martina liberó su verdadera personalidad y olvidó que –de inicio- no quería ir a la reunión. Estaba pasando un rato agradable, como nunca imaginó. Ordenó otra cerveza para acompañar la botana que recién colocaban los meseros al centro.
-¿De qué son las tostadas?- preguntó Martina.
-Éstas son de camarón- señaló Deborah el plato con su dedo índice-. Éstas otras de pulpo.
Floreana notó el gesto desconcertado de Martina e indagó:
-¿No te gustan las tostadas? Quizá puedas ordenar al mesero algo que te guste más.
Martina la miró mordiéndose los labios y le dijo:
-Ése no es el problema... el problema es que yo no como pescado ni mariscos porque no me gustan. Es que soy alérgica- contestó apenada.
-¿No te dijo Deborah al lugar que venían?- interrogó Floreana frunciendo el ceño.
-Eso es lo de menos... al rato en casa me preparo algo de cenar y listo. Además, no tengo mucha hambre- Martina se encogió de hombros en señal de indiferencia.
-Bueno... te comparto la mitad, no tiene ni pescado ni marisco- le entregó Floreana una tostada a Martina.
-¡Gracias!- miró Martina a Floreana fijamente y ambas sonrieron.
Jamás imaginaron que entre sus manos el destino depositaba el platillo que cambiaría sus vidas.
4 comments:
Me gustó este post, me gusta como escribís...mmmm "Jamás imaginaron que entre sus manos el destino depositaba el platillo que cambiaría sus vidas"... ¿Continuará?...
besos
Cakeys querida!
Quiero saber ya que pasa...dímelo!
Me parece que esto de sostener tramas es lo tuyo...que envidia!
Contenta...me gusta.
Bso.
eso, que ya quiero saber que pasa, pero es que siempre quiero saber qué pasa cuando vengo aquí a leerte, porque dejas a intriga. a mi no me gusta el pescado, pero me encantan los mariscos. usas nombres poco comunes (creo) en estos lares y eso me gusta.
ya quiero la segunda parte.
un beso, nena
??????????????????????????? me dejas en ascuas...
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