Cuando era niña no me gustaba leer. Fue rebeldía, digo yo. Mi papá insistió en que debía hacerlo por razones que difícilmente puedo ahora recordar, pero sí recuerdo que mi hermana era todo lo contrario. Tiempo antes que ella pudiera leer, le pedía a mis papás que le leyeran las caricaturas del periódico dominical. Yo sólo las veía, no me interesaba saber qué decían esas nubecitas con letras. Y cuando aprendí a leer la cosa no cambió mucho tampoco. Las caricaturas sí las leía, pero jamás tuve el interés de tomar un libro y leer; me parecía aburrido y -además- no tenían dibujitos ni ilustraciones.
Así me la llevé, leyendo apenas lo necesario. Pasaron los años y en preparatoria el maestro de literatura me odiaba, pero a mí me encantaba cuando sacaba algún libro y leía en voz alta... Su voz era grave, profunda, pausada, sexy... Pero ni eso logró que se me fuera la rebeldía: entre más me insistían, menos me acercaba a los libros hasta que llegó aquél invierno en aquél país.
Mi primera adquisición fue Anna Karenina y quedé enamorada. Le siguieron El Perfume y varias novelas más. El mueble que tenía en mi recámara lo fui llenando con libros, libritos y librotes... Cuando mis padres llegaron a visitarme se asombraron: su hijita leía al fin y desde ese crudo invierno no he perdido la costumbre. Han pasado nueve años desde mi encuentro con las letras y sé que no lo dejaré nunca. Cuando voy al manicure y/o pedicure las señoras me echan miradas raras cuando rechazo las revistas de chismes del espectáculo y saco de la bolsa mi libro en turno. Y sí, me siento orgullosa de haber invertido en un buen librero para mi casa en vez de una televisión. Recién invité a unos amigos a casa y con cara de susto me preguntaron "¿y la tele?" Para muchos es increíble y creo que para mí también. Sé que siempre faltarán libros por leer y que quizás no llegue al nivel de los finlandeses de leer 17 libros por año, pero al menos he sustituido la rebeldía con el placer.
Bien hecho.
Así me la llevé, leyendo apenas lo necesario. Pasaron los años y en preparatoria el maestro de literatura me odiaba, pero a mí me encantaba cuando sacaba algún libro y leía en voz alta... Su voz era grave, profunda, pausada, sexy... Pero ni eso logró que se me fuera la rebeldía: entre más me insistían, menos me acercaba a los libros hasta que llegó aquél invierno en aquél país.
Mi primera adquisición fue Anna Karenina y quedé enamorada. Le siguieron El Perfume y varias novelas más. El mueble que tenía en mi recámara lo fui llenando con libros, libritos y librotes... Cuando mis padres llegaron a visitarme se asombraron: su hijita leía al fin y desde ese crudo invierno no he perdido la costumbre. Han pasado nueve años desde mi encuentro con las letras y sé que no lo dejaré nunca. Cuando voy al manicure y/o pedicure las señoras me echan miradas raras cuando rechazo las revistas de chismes del espectáculo y saco de la bolsa mi libro en turno. Y sí, me siento orgullosa de haber invertido en un buen librero para mi casa en vez de una televisión. Recién invité a unos amigos a casa y con cara de susto me preguntaron "¿y la tele?" Para muchos es increíble y creo que para mí también. Sé que siempre faltarán libros por leer y que quizás no llegue al nivel de los finlandeses de leer 17 libros por año, pero al menos he sustituido la rebeldía con el placer.
Bien hecho.
8 comments:
Hola hermosa...
Yo empece muy temprano con los libros... pero ahora leo muy poco...
Saludos
Yo nunca leo libros. Si llego a un libro al año, ya voy servido. :(
Mus
Cuando llegué a México tenía 8 años, una escuela nueva, ninguna amiga y hablaba raro (mi acento extranjero y mi vocabulario eran motivo de burla constante, ya sabemos cuán crueles pueden ser los niños). Pero también tenía ya el amor por la lectura. Durante el primer año que pasé en ese colegio de monjas leí todos los libros que allí había de Jules Verne durante los 30 minutos del recreo. Bajaba solita a la biblioteca y allí me quedaba, en mi pequeño mundo de fantasía.
Alejandrina: cómo está eso que ahora lees poco? Muy mal, eh? Aplíquese, no sea floja...
Mus: Entonces tú podrías felizmente formar parte de la (penosa) estadística de lectura mexicana: medio libro al año. Anda, sólo falta naturalizarte mexicano.
von E: De haber sido compañerita tuya en la escuela, seguramente no te hubiera dejado estar solita a la hora del recreo. Con ese acento te hubiera hecho hablar más de la cuenta y te hubiera invitado a mi casa a comer. Imagina: yo le hubiera agarrado amor a la lectura a cambio de defenderte de esos niños tontos que criticaban tu acento.
EEEEEEEE!!! Viva el imperio de la NO televisión. Aunque a veces me gustaría ver el Discovery, NatGeo y canales así que lo hacen a uno menos ignorante en pocos minutos. =D
¿Qué tal esas casas donde la pared de honor la ocupa una pantallota? Gulp!
A mí me gustan las dos: los libros y la tele. Lo confieso. Lo primero más que lo segundo, pero me declaro una consumista de ambos.
Besos Caks
Pensamiento Visible: tienes razón. Yo extraño horrores esos programas de enigmas médicos y algunas series de VH1. A veces hace falta entretener la pupila con un poco de conocimiento. En fin, si algún día se me acaba la vida de no-tele te invito a que veas todos los programas de NatGeo cuando quieras (pero tú pones las palomitas de maicrogueiv)
Ana Elena: yo con la tele soy casi igual que la cena... casi no la veo y casi no ceno, jajaja!!!
Besos miles.
Me dio una nostalgia mezclada con envidia... hace ya unos tres o cuatro años que dejé de leer, era una devoradora de libros en el colegio y un poco de tiempo más adelante... ahora soy pésima lectora, apenas empiezo un libro me quedo dormida :( quizás sea solo falta de práctica.
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