June 17, 2008

Alejandro,

Es difícil decirte todo aquello que guardé entre las encías durante los años de silencio. Quisiera justificar los recuerdos que tengo de ti y el otoño que albergaba la primavera de mis emociones. ¿Te confesé las dos horas que pasé frente al espejo cuando salimos solos la primera vez? Fuimos al cine. Recuerdo la película y tu mirada atenta a mi carcajada desenfadada. A partir de ese día sentí cómo la vida se transformaba bajo mi almohada y noté los colores intensos que disparaban mis ojos apenas te veía. Fuiste muy especial. Así te he guardado en el corazón a pesar de las preguntas acumulados durante más de tres años. Pienso que nunca pudiste verme y no es que busque justificarte. Comprendí, finalmente, que tus heridas estaban más allá de lo que pudieron alcanzar mis manos. Intenté hablarte, intenté que miraras a través de mis ojos. Intenté transformar un niño en hombre e intenté regalarte la oportunidad de soñar juntos. Me la pasé intentando, creyendo, imaginando y queriendo por los dos.
Meses después desperté sola envuelta en pesadillas. Pasé las tardes de invierno tomando agua de horchata (nunca me ha gustado) y mirando alrededor por si aparecías en algún lado. Me cansé de esperarte, pero más me cansé de buscar respuestas. Lloré a solas con el corazón explotándome en el pecho. ¿Cómo podías dolerme tanto? ¿Por qué carajos me dijiste mentiras y yo te creí? Jamás te busqué, en parte por orgullo, pero también porque no había nada más que decir. Se volvió claro que ni tu mayor esfuerzo hubiera podido contener la vulnerabilidad de mis veintitrés años ni el cuerpo que tantas veces buscó sin resultados completarse con el tuyo. Nunca fui la mujer en tu vida ni tú el hombre para mí. No pude odiarte ni aborrecer las canciones que acompañaron nuestros días. En esta incongruencia tampoco puedo negarte el cariño entrañable que siento por ti ni la tristeza de haberte visto, casi cuatro años después, con la anestesia colgando del corazón. Tus historias de viaje me parecieron triviales y arrogantes, ya no caí en tu juego de impresiones. Luego me contaste sobre la deuda en tus tarjetas y los todavía inconclusos planes de maestría: tus conocimientos sobre las ecuaciones de Maxwell se quedaron en teoría porque tampoco lograste descifrarlas. ¿Qué vida te sucedió en este tiempo? No te entiendo: primero me dejas tu ausencia instalada y luego regresas a buscar un rompecabezas con piezas que sólo tienen sentido para ti. Me parece que el mundo se congeló en las paredes de tu cueva porque sólo así lograste pedirme perdón: desde la sombra y con las manos metidas en los bolsillos.


6 comments:

Anonymous said...

Quieres carne argentina?????

Anonymous said...

Yo estoy seguro que si!!!!!!

Marevna Gorloska said...

Me sentí como leyendo correspondencia ajena, eso es bueno, me saca de mi rutinaria existencia ;)


no trates de entender al otro...relax...el desapego otorga calma...
un abrazo para usted*

Colores said...

El tiempo borra las heridas, pero nunca del todo...
Besos

lilianice said...

Esos benditos/malditos 23... a veces es preferible quedarse con el recuerdo de quien era y eras en ese momento para q no sufra alteraciones y puedas suspirar libremente cada q te acuerdes de él, no crees?
Saludos!

Dorn said...

anduviste con mi marido?