Desperté con las ganas escondidas bajo las uñas. Esperé el primer mensaje del día para incorporarme. En el radio la misma noticia: Michael Jackson muere a los 50 años, el mundo del entretenimiento le llora al rey del pop. Luego de escuchar Thriller varias veces y bailar por la cocina con mi sandwich recién hecho, decido que es hora de un baño. Las ganas necesitan jabón, exfoliante y no pensar mucho. Medio día y yo no termino de empezar. Me recomiendan salir a la calle así que montada en bici cruzo Reforma; esquivo varios taxis por Sevilla y en Av. Chapultepec el chofer de un microbús me grita un piropo que prefiero responder pintándole un dedo; la voz no me da para articular un merecido pinche guey hijo de puta.
Parque México. Restaurantes y cafés preparan las mesas para la hora de la comida. Doy vueltas hasta encontrar una banquita vacía. A unos metros, un grupo de jazz improvisa sin público. Pasan junto a mí parejas de jóvenes extranjeros, niños con uniforme escolar y una señora apañándoselas con las pesadas bolsas del super. Siento hambre. Compro una bolsa de papitas con salsa botanera y mucho limón. Hago un par de llamadas y saco el libro que compré hace dos días. Odio las envolturas, parece que las casas editoriales quieren que uno dude antes de leer. Me río al descubrir que la trama de La curiosidad mató al gato transcurre a unas calles de donde yo estoy. De haberlo planeado, jamás hubiera sido tan exacto el sitio para deleitar los ojos con esa lectura. Termino el libro y con él los chicharrones que para esa hora ya estaban aguados de tanto limón. Con buen sabor de boca cruzo varias calles y regreso a casa. El portero me mira curioso; me pregunta la razón de las macetas vacías afuera de mi departamento y no tengo más remedio que explicarle que las metí a casa para regarlas. El pobre hombre no tiene con quién platicar durante el día desde que los inquilinos se mudaron, pero yo no estoy de humor como para tener un small talk. Dejo mis cosas y salgo nuevamente. Hace hambre. A unas cuadras me topo con La Guanajuatense, lugar de quesadillas, gorditas y sopes. Pido una gordita de chicharrón con queso y un Sidral: refresco favorito para acompañar garnachas. En la última mordida siento que caen gotas de lluvia a mi alrededor. Debo apresurarme. Pago la cuenta y salgo del lugar rumbo a casa. Son las cinco de la tarde. En un rato más estaré en brazos de mi amorcito y sabré entre besos que el día bien ha valido la pena.