Mi jefa (a quien nombraremos pinche vieja) tiene la idea que el liderazgo debe ir acompañado de amenazas, terror y paranoia para funcionar y, con esto, lograr los objetivos impuestos para el departamento. En un principio yo pensaba que la del problema era yo porque nadie parecía darse cuenta de los malos tratos hacia proveedores u otras personas ajenas al departamento. Sin embargo, un día que me sermoneó sobre mi ruda forma de contestar emails por no poner "buen día" me atreví a comentarlo con mis compañeras de trabajo y de esta manera iniciaron las conversaciones a la hora de la comida sobre el trato déspota y las ridículas tareas que nos dejaba día con día porque, al final, debíamos re-trabajar porque 'no supo expresarse bien'.
En diciembre una de mis compañeras reunció por motivos personales. Más allá del giro que dará su vida sentimental, una de sus razones principales para tomar la decisión fue por la pinche vieja que la presionaba con cualquier cantidad de trabajo posible. Recuerdo que alguna vez le ofrecí ayuda con unos reportes y la pinche vieja me pidió que no me metiera porque no era mi responsabilidad. En otro lugar esto hubiera sido reconocido como "trabajo en equipo", pero no sucedió así, al contrario.
El asunto acá es que a finales del año pasado se desató lo peor. Uno de mis objetivos establecidos fue lograr que la empresa que nos brinda el personal en campo administrara varias regiones del país (cosa que antes debía hacer yo sola) siguiendo los lineamientos de la empresa que yo represento. En pocas palabras: hacernos socios de negocio. Me ilusionó esta parte ya que me encanta colaborar con la gente, establecer objetivos, trabajar en equipo y -obviamente- entregar resultados. Mi estilo de trabajo siempre se ha basado en el mutuo respeto y comunicación abierta. Siento que faltando uno de estos dos puntos los resultados empiezan a decaer y las sinergias mueren así que con estas personas (a quienes llamaremos los chingones) empecé a elaborar un plan estratégico. En nuestras primeras reuniones semanales me dediqué a conocer el funcionamiento interno de la empresa: organigrama, ubicación, antecedentes con otros clientes, sistemas y demás. Entre conversaciones les dejé en claro los objetivos a cumplir y pedí aportación de ideas para alcanzarlos rápidamente... La colaboración y entrega al trabajo de los chingones me dejó asombrada. Sin embargo, la pinche vieja empezó a exigir resultados en siete días y que los chingones entendieran nuestros procesos internos al primer contacto. Yo levanté la mano y pedí más tiempo, pero la respuesta fue tajante: "si empiezan con mentalidad mediocre desde ahora seguramente van a tronar... sobran empresas allá afuera que mueren por llevar nuestra cuenta" Yo me pregunto: ¿es mediocre cruzar por una curva de aprendizaje? y también me cuestiono ¿Cómo podemos exigir resultados a un proveedor que apenas empieza a colaborar 'de lleno' con nosotros?
Pocos días después estuve en las oficinas de los chingones haciendo una capacitación al personal y antes de irme llegó la directora de cuenta hecha un manojo de nervios. Venía de una junta con la pinche vieja quien no dejó de ningunearla por el mediocre trabajo realizado en una semana, la agredió profesionalmente por no llevar un archivo en excel como ella había solicitado, no quiso escuchar sus dudas y le tronó los dedos argumentando que no tenía tiempo de habladurías y que sólo quería ver lo 'importante'. Sobra decir que el hígado se me hizo añicos cuando me enteré que la pinche vieja habló a mis espaldas y se quejó del pésimo trabajo que yo estaba haciendo con ellos.
Regresé a la oficina con el coraje atravesado y se re-atravesó cuando me dijo que el proyecto estaba en peligro por la falta de habilidades de los chingones. Fue un viernes y los siguientes dos días la pasé fatal, entré en crisis. Me pareció injusto el mal trato hacia estas personas y mi trabajo de todos los días; me sentí agredida personal y profesionalmente con los insultos disfrazados de tanto tiempo que dejé pasar de largo. Entendí las razones por las cuales cinco personas antes de mí renunciaron a esta posición que ha estado bajo el mando de la pinche vieja. Comprendí que la paranoia que yo sentía todos los días cobraba mayor sentido y que ciertos comentarios de la pinche vieja en realidad eran amenazas para sembrarme miedo de perder un trabajo, un salario necesario para vivir. Estuve a punto de renunciar, lo acepto. Sin embargo, no me dejé vencer como el resto y tomé la decisión de abrir la boca.
Hoy estalló la bomba. Fui con recursos humanos a expresar mi sentir, dije abiertamente que no estoy de acuerdo con la dictadura de la pinche vieja porque no se alinea a la cultura de la empresa que tanto presume, dije también que me siento agredida y observada constantemente, confesé que todos los días me cuesta trabajo despertar para ir al trabajo y que la tensión que vivo todos los días está llegando al límite. Pedí mi cambio de posición a otra área o departamento lo antes posible y, quizás lo más importante, me mostré dispuesta a hablar con los ejecutivos de mayor rango si eso ayuda a que la pesadilla termine.
Estoy agotada, harta de no entender los porqués de esta situación. Diariamente busco señales que me indiquen la enseñanza de todo esto y me estoy llenando de amuletos para alejar las malas vibras de la pinche vieja. No sé cuánto tiempo deba pasar o aguantar hasta lograr mi cambio de posición o de empresa (am working on that too) y tampoco sé si estoy dispuesta a continuar con el desgaste emocional.
Me repito que soy más fuerte que esto y que la pinche vieja es un ejemplo a NO seguir jamás. Me repito constantemente que la del verdadero problema es ella y que yo debo manterme al margen de la situación. Me alucino repitiéndome que esto pronto pasará, pero también me pregunto: ¿Por qué? ¿Para qué?