Hubo algo en sus ojos que me dejó sin aliento.
Primero mi gesto de incertidumbre, luego un nudo en la garganta. La cadena de sucesos entre mi esternón y la conciencia de mis emociones se acumularon detrás de mi cabeza, bajo las uñas, entre las piernas. Fue entonces que entendí todo. Entendí eso que tantas veces trataron de explicarme, entendí el lenguaje que no se escribe ni se dice, pero que cada sentido logra traducir en pequeños espacios de eternidad. Me desprendí entre los límites de mi uno sesenta y tres y volví a esa mirada fija para comprenderlo todo: el amor me había invadido.
Primero mi gesto de incertidumbre, luego un nudo en la garganta. La cadena de sucesos entre mi esternón y la conciencia de mis emociones se acumularon detrás de mi cabeza, bajo las uñas, entre las piernas. Fue entonces que entendí todo. Entendí eso que tantas veces trataron de explicarme, entendí el lenguaje que no se escribe ni se dice, pero que cada sentido logra traducir en pequeños espacios de eternidad. Me desprendí entre los límites de mi uno sesenta y tres y volví a esa mirada fija para comprenderlo todo: el amor me había invadido.